lunes, 8 de marzo de 2010

Peter Zumthor


Por Carlos López Rojas

Confieso no haberme interesado en la arquitectura de Peter Zumthor sino hasta hace poco tiempo y para la tranquilidad de mi conciencia no fue a raíz del otorgamiento del premio Pritzker. Ahora bien, el hecho de haber ganado el honroso galardón este 2,009 lo puso en el ojo público y en muchas de las publicaciones de sitios electrónicos especializados y quizás de ésta manera pueda reconocerse la obra de éste atípico y genial arquitecto Suizo.

Recuerdo haber visto, hace tiempo, en alguna revista, varias imágenes del pabellón de Suiza en la Exposición Universal de Hannover del año 2,000 y haber pensado que era una construcción simplemente extraña. Alguien con más curiosidad hubiera indagado en ese preciso momento en el por qué de la sensación que provocaba el peculiar edificio, una obra que tiene apariencia de inacabada, de mantenerse en proceso, de apilamiento más que de construcción; en esa ocasión no me pregunté a fondo qué era lo que dotaba de extrañeza el objeto arquitectónico que miraba en las fotografías. Muchas veces condenamos lo que no comprendemos o simplemente tratamos de olvidarlo.
Entonces, años después, me encontré en algún sitio web, viendo con atención una fotografía: Un solitario cubo de concreto en plena campiña, al cubo se accedía por un tímido sendero de tierra. Por dentro el edificio era totalmente diferente, una oquedad de textura cavernosa acentuada por la luz que se filtra desde arriba cual gracia divina; al centro de la gruta, una pequeña imágen religiosa hecha en bronce, la pequeña escultura parecía venirse construyendo a sí misma desde siglos atrás. Una puerta triangular daba ingreso a la gruta. Las imágenes que miraba correspondían a la Capilla Brother Klaus.

A este momento mi curiosidad había sido encendida ya e indagué más sobre el autor de los edificios que veía. Encontré maravillado las fotografías de Las Termas de Vals, el Colonia, Suiza; El Kolumba Museum, y nuevamente el Pabellón de Suiza para la exposición de Hannover del año 2,000. El arquitecto era Peter Zumthor.

Zumthor es un arquitecto suizo que ronda ya los sesenta y que, como ya dije, fue laureado el presente año con el premio Pritzker y en 1,998 con el de Mies.
Peter Zumthor tiene la apariencia de un monje, de mirada serena hasta introvertida que esconde mucha determinación, una voz pausada y sabia que matiza frases como: "una vida, la vida real necesita de mucha paciencia, una buena vida necesita un montón de paciencia y con el trabajo es igual", "me gusta hacer casas" (a todas luces una aberración para muchos arquitectos, sobre todo famosos y algunos no tan famosos pero con demasiadas pretensiones).
Zumthor se aleja concientemente de la barahúnda mediática y pretende hacer una obra memorable que pueda convivir con el tiempo. Lo logra, de hecho. Él mismo cataloga su obra como lo opuesto a "el efecto Bilbao", refiriéndose evidentemente al edificio célebre de Frank Gehry en aquella ciudad española que, como los grandes logros o las grandes incursiones en las alturas, tienen una caída precipitada y muchas veces aparatosa. Zumthor aspira a una obra que permanezca, que crezca y envejezca de manera digna.
Otra de las cualidades del arquitecto suizo es la paciencia, como él mismo lo ha dicho en algunas entrevistas; ha producido pocas pero grandes obras y piensa que un proyecto debe madurar, que la planificación tiene que tener un proceso de acomodamiento natural que no puede forzarse y que se enriquece visitándolo una y otra vez.
Es un arquitecto, pero también un escultor y esto por la evidente fascinación que le producen los materiales; un artista; un poeta por cuanto nos confronta con nuestros pensamientos acerca de cosas elementales y nos inunda de imágenes; pero también un mago que manipula elementos y categorías primales que pueden impresionar y sobrecoger aún al mas estoico de los snobs, prueba de ello es haber llegado al olimpo de la arquitectura en su edición 2,009.
Hablar de la obra de este arquitecto es hablar de esas grandes categorías que todos conocemos y que damos por sentadas: el agua, la tierra, el bosque, la piedra, el camino, la caverna, la penumbra, el frío, el tiempo, el sol, la sombra, el silencio; pero éstas categorías, en la obra de Zumthor dan un salto cualitativo que nos hace replantearnos nuestras propias ideas.
Zumthor lleva los materiales a la exacerbación, los hace evidentes, los abstrae, y los procesa brindándonos a nosotros, los espectadores, una suerte de “supersensación” de la que si se está atento no se regresa indiferente.
Zumthor apela a nuestro inconsciente, a eso que subyace en nuestra experiencia, al frío que una vez sentimos cuando caminábamos por el río, a la sensación de pequeñez y a la vez de seguridad al estar dentro de una gruta, a nuestra alegría al ver el sol, el camino de regreso, hasta el sosiego de una interpretación mas actual de la deidad.



Imagen del Interior de Brother Klaus Chapel










Interior de Las Termas de Vals









Kolumba Museum








Pabellón de Suiza en Hannover 2,000