por: Carlos Enrique García Velásquez
La historia de este conjunto arquitectónico se desplaza hasta 1695, cuando por mediación de los frailes franciscanos se obtuvo de la corona la licencia para su establecimiento en la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, entonces por medio de 6 monjas clarisas provenientes de Puebla, México. Los fondos para la cimentación y sostenimiento de las monjas provinieron de las limosnas generosas de los vecinos del valle de Panchoy, entre ellos una viuda que además de dinero dono su residencia que sirvió de vivienda temporal a las monjas. Deseaban muchas personas que hubiese un convento como los de Santa Clara en Guatemala para su fundación había dejado su casa bienes doña María de Arrivillaga, “viuda virtuosa”, donde hubo una gran procesión aquel 14 de enero 1700, hacia la catedral y luego a la casa de retiro, dicha casa en forma de convento con la clausura necesaria mas una iglesia menuda, del convento originales solo quedan referencias bibliográficas, y no quedo en pie nada para el terremoto de 1717, en el que literalmente quedaron sin techo. La construcción de la segunda iglesia y convento se realizo de
La reconstrucción del conjunto tardo 17 años, la santa Clara que se conserva, data de 1734 construido por “el arquitecto mayor” Diego de Porres, lleva la monumentalidad basta del complejo arquitectónico con modelos masivos de elementos estructurales; en contraparte de de los bellísimos detalles ornamentales y la conformación ergonométrica, y se basa en una distribución practica en el conjunto del convento e iglesia y todas las dependencias del primero, ocupa casi una manzana, que se compone básicamente de un gran claustro de altos y bajos; en la parte central y de noreste al sureste, los huertos se presume que estaban al este y la iglesia propiamente dicha hacia occidente, atrio y otra capilla para funerales al occidente y al sur, y también al sur la cocina, mas las catacumbas el ultimo descanso de las monjas debajo de la iglesia, (están abiertas al publico).
1700 – fundación del convento de Nuestra Señora de Dolores el 14 de enero
1717 – la comunidad se traslada a Comalapa, por destrucción del primer convento
1734 – es terminado el edificio cuyas ruinas pueden apreciarse hoy
1773 – terremoto de Santa Clara, ruina de la ciudad, las claristas van a la hacienda de los dolores de canales
1777 – traslado a la nueva capital, el 14 de enero
1874 – expulsadas a la fuerza de su convento por orden de Justo Rufino Barrios
La ultima monja clarisa exclaustrada murió en 1923
Había otro jardín-huerto paralelo al convento hacia el Este, y un patio angosto; que dio a las piezas en ese lado; privacidad adicional. Fuentes más pequeñas se encontraban en ambas áreas, las piletas distribuidas en varias partes del convento están creadas en base de polígonos con forma de estrellas, en las cuales se pueden apreciar la tubería de agua potable donde bajaba dicho vital liquido para mantener a las mismas, las tuberías funcionaban con gravedad y del circuito principal de distribución pasa al inmueble; como se hace en la actualidad; bajan por las paredes o se distribuían en el suelo.
La distribución de tos confesionarios construidos dentro de las paredes interiores del templo, es sumamente interesante. La sacristía, lo mismo que presbiterio, es grande y se construyeron bóvedas debajo de los dos, además del Altar Mayor, había cuatro retablos laterales, también abraza esta evocación estructural las bóvedas rebajadas y son estas como las de los coros y también encima de la nave principal de la iglesia de Santa Clara, el edificio del convento se dibujó con simpleza clásica. El espacioso del claustro estaba rodeado de una doble arquería de racionamientos excelentes. Las escaleras eran grandes y estaban bien situadas, la mayoría de los muros del piso alto se han caído, pero los hondos nichos de las ventanas con asientos que son todavía visibles, sugieren que eran agradables las celdas de las monjas, también cabe en esta referencia los huecos que mantienen algunos muros del convento donde es notoria que la estructura de madera que estaba colocada allí e introducidos en los agujeros para sostener el segundo nivel de las celdas de las monjas y otros ambientes.
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