lunes, 8 de febrero de 2010

Una anécdota moderna




por: Carlos Alberto López Rojas






Existe, en el largo anecdotario arquitectónico, una de ellas que involucra a dos de los grandes referentes de la arquitectura moderna del siglo XX: Oscar Niemeyer y Walter Gropius.



Gropuis visita a Niemeyer en la casa de éste, un edificio emplazado en un solar de características morfológicas particulares que prestaban a la construcción algo de esa misma sinuosidad.


En esa ocasión Niemeyer comenta que el diseño parte de que los principales ejes formales convivan armoniosamente con las líneas de las curvas de nivel. Como resultado, un edificio de formas onduladas y sensuales que se integran de modo orgánico a su entorno.


Gropuis, con un bagaje y un lenguaje arquitectónico funcionalista, hace un comentario ingenuo a su exótico colega:


Cuenta Niemeyer:

"Walter Gropius vino a verme a mi casa de Canoas, sobre Río.


La diseñé según una secuencia de curvas naturales de modo tal que fluyera a partir del paisaje circundante.





Me dijo que era muy bella, pero que no se la podía producir en serie.

¡Como si a mí interesara semejante cosa!

¡Qué idiota!"

Gropius, arquitecto y catalizador del movimiento Bauhaus, con ideas bastante sólidas acerca de lo que la arquitectura debe poseer y ofrecer y el orden de importancia de cada una de éstas variables.

El concepto estético de Gropius es aún más erudito que el de Niemeyer, apela a cierto grado de cultura. La belleza radica en el alto grado de eficiencia en el funcionamiento del edificio y de los materiales.

La belleza de la arquitectura por si misma, sin intentos de dotarla de un lenguaje paralelo que la haga decir disparates como sus detractores posmodernos.

Niemeyer, procedente del trópico, posee el colorido lenguaje latinoamericano, inquieto, extrovertido.

El concepto estético bauhausiano filtraba los arrebatos decorativos para dar lugar solamente a ese concepto casi científico de la belleza, de la misma manera que un matemático puede encontrar belleza en ecuaciones y en modelos numéricos, fantaseando con gráficas aún más imposibles que algunas de las nuevas tendencias arquitectónicas en boga.


Los proyectos de arquitectura social de Le Corbusier y Gropius, fueron precedentes esenciales de los que todavía se rescatan ideas utilísimas e imágenes preciosas.


La Unidad Habitacional de Berlín o las Villas Weissenhoff son proyectos sociales en las que hoy en día viven personas con mejores ingresos económicos que las personas para las que fueron proyectados.


Proyectos innovadores a los que quizás la sociedad no supo apreciar en su momento pero que con el tiempo han ido cobrando, poco a poco, el estatus de masterpieces de la arquitectura.


Los países latinoamericanos están más cerca un tipo de arquitectura que rescate la filosofía de arquitectos tan vilipendiados como Le Corbusier, Gropius, quienes proveyeron a la arquitectura de un enfoque que pretendía fundir eficiencia y estética. Entonces, era un movimiento de vanguardia, podía entenderse como una nueva concepción de belleza. Ahora se busca el mejor rendimiento, la eficiencia, la economía, el mayor grado de confort posible, dentro de un marco que principalmente se entienda como “vivienda” antes que “vanguardia estética”. Eso que en aquel momento fue tan criticado sea quizás lo que haga falta en nuestros países caracterizados por un altísimo déficit habitacional y pocos o nulos proyectos sociales.

0 comentarios:

Publicar un comentario